¿Te haz sentado en la ventana de tu habitación a mirar a tu alrededor?
Desde lo alto te das cuenta que nadie te ve, pero tú si puedes distinguir alguno que otro.
Los ves como siguen su rumbo.
Bueno yo también.
Pero esta historia no es de mí, sino de ti. De ti y de él, de ustedes, de ellos y tal vez… de nosotros.
Sólo algunos pueden verte; cuando miras bien te das cuenta que él te observa, te esta mirando desde hace un buen rato. Te ve fijamente a los ojos y tú ni te percataste.
Es porque estabas perdida, o por lo menos así te sentías.
Te preguntas… ¿en que pensará?
Pero eso no basta, así que sigues mirando.
Pero sucede algo raro…ahora sólo te ves tú, en el reflejo de la ventana, no puedes mirar más allá.
En un principio ni te incomodó, pero al detenerte en tus propios detalles piensas ¿qué sucede conmigo?, ¿estoy perdida?
Cierras los ojos, respiras, por un instante te pierdes.
Cuando vuelves decides no huir, es mejor seguir. Así que sigues, con la mirada media perdida, buscando al hombre perdido.
Hasta que por fin lo encuentras y te percatas que no se ha movido ni un instante.
Sigue sigilosamente observando a tu mirada perdida.
Te vuelves a preguntar… ¿qué hago?
Y te armas de valor y decides salir en su búsqueda.
Hasta que das con él.
Están frente a frente, lo ves con detalle, te das cuenta que es más alto y mayor que tú.
Se miran fijamente.
No se mueven, mientras que su mundo sigue girando…a su alrededor.
Creo que él al igual que tú sabe lo que quiere, pero les falta valor. En sí es comprensible, si ni siquiera sabes su nombre.
Pero derrotan sus prejuicios.
Se abrazan, se acarician, te besa.
Te dices a ti misma, todo es muy raro, pero sigues allí inmóvil.
No surge ni una sola palabra entre ambos.
Hasta que te cansas de ese silencio y le dices…creo que estamos perdidos.
Él sonríe y te dice al oído…
¡No!
Nunca estuvimos perdidos.
Porque estaremos siempre unidos.
Cada uno sigue su rumbo.
Desde lo alto te das cuenta que nadie te ve, pero tú si puedes distinguir alguno que otro.
Los ves como siguen su rumbo.
Bueno yo también.
Pero esta historia no es de mí, sino de ti. De ti y de él, de ustedes, de ellos y tal vez… de nosotros.
Sólo algunos pueden verte; cuando miras bien te das cuenta que él te observa, te esta mirando desde hace un buen rato. Te ve fijamente a los ojos y tú ni te percataste.
Es porque estabas perdida, o por lo menos así te sentías.
Te preguntas… ¿en que pensará?
Pero eso no basta, así que sigues mirando.
Pero sucede algo raro…ahora sólo te ves tú, en el reflejo de la ventana, no puedes mirar más allá.
En un principio ni te incomodó, pero al detenerte en tus propios detalles piensas ¿qué sucede conmigo?, ¿estoy perdida?
Cierras los ojos, respiras, por un instante te pierdes.
Cuando vuelves decides no huir, es mejor seguir. Así que sigues, con la mirada media perdida, buscando al hombre perdido.
Hasta que por fin lo encuentras y te percatas que no se ha movido ni un instante.
Sigue sigilosamente observando a tu mirada perdida.
Te vuelves a preguntar… ¿qué hago?
Y te armas de valor y decides salir en su búsqueda.
Hasta que das con él.
Están frente a frente, lo ves con detalle, te das cuenta que es más alto y mayor que tú.
Se miran fijamente.
No se mueven, mientras que su mundo sigue girando…a su alrededor.
Creo que él al igual que tú sabe lo que quiere, pero les falta valor. En sí es comprensible, si ni siquiera sabes su nombre.
Pero derrotan sus prejuicios.
Se abrazan, se acarician, te besa.
Te dices a ti misma, todo es muy raro, pero sigues allí inmóvil.
No surge ni una sola palabra entre ambos.
Hasta que te cansas de ese silencio y le dices…creo que estamos perdidos.
Él sonríe y te dice al oído…
¡No!
Nunca estuvimos perdidos.
Porque estaremos siempre unidos.
Cada uno sigue su rumbo.