Frente al crimen perfecto

La tarde era oscuro, la lluvia leve recorría las calles...
me encontraba en un estado de delicada nostalgia.

Estuve pensando en como la soledad se ha hecho patria en mi corazón.
Van dos años y pico ya que desde tu alma y la mía se alejaron por el bien de los dos;
para evitar que todo se fuese a contaminar.

Bajé las escaleras entre la multitud.
Notaba que la gente se percataba de mi mirada... de aquella que no entendía que sucedería esa noche...
Me detuve frente a la señal de parada del metro, con el sentimiento de tener el corazón roto, desconfigurado por locuras pendientes.
Mi tiempo llegó; tuve que lidiar con los demás para lograr tener un espacio de intimidad, de
paz.

El tramo era largo, la gente era indiferente al dolor.
En dos paradas más se acaba esta agonía y comenzaba otra.
Algo raro sucedió, miré sobre mi hombro, alguien me sonreía... eras tú.
Te acercaste, esquivando las curvas y las miradas frías y largas.
Me besaste en la mejilla - que tal - fue la frase que pronunciaste.
Te respondí que bien, titubeante, dejando de lado el pesar del que no me quería hacer cargo. Preguntaste si me bajaba donde siempre, te respondí que si...
Me propusiste acompañarte a tu departamento, querias contarme algo...
De inmediato dije que si.

La caminata fue breve, sin mucho que hablar llegamos, cerraste la puerta y ventanas,
¿acaso para que nadie nos molestara?, creo que es mejor así.
Bebimos café, del que siempre nos gustó, lo recuerdo bien.
Entre chistes y miradas todo fue cordial.
Entre miradas y lágrimas todo sucedió...
Narraste la historia de nuestro fin.
Tu partida llegó, ya no era eventual.
Era el momento que tuve para decirte que eres lo mejor que me sucedió,
que te quiero hasta el día de hoy.

Al despedirnos, me abrazaste, con la misma fuerza que me hacias el amor...con pasión.
Fueron cortos e intensos 10 ciclos de tiempo que no bastaron para despedirme de ti; acompañados por aquellas nostálgicas notas musicales de nuestra relación.

Todo termina...cuando tiene que terminar.